Tuesday, January 31, 2023

Salsa verde

Desde que tomamos el taxi al aeropuerto, yo no dejaba de pensar en todo lo que íbamos a comer en México. Me costaba trabajo recordar la última vez que había probado unos buenos tacos de carnitas o unos chilaquiles con frijoles refritos. Hacía ya un poco más de dos años que no visitábamos a nuestra familia en Querétaro. Ya era justo y necesario ir a ver a la abuela. Además, ellos todavía no conocían a nuestra hijita, que acababa de cumplir cinco meses de nacida.

—Que qué quieres que te haga de comer para cuando lleguen, dice tu abuela.
—Dile que muchas gracias, mamá, pídele que me haga mis verdolagas en salsa verde, por favor.

La cocina de la casa de la abuela no era muy grande, pero alcanzaba para sentar a unas siete personas en su mesa redonda. Era el centro de gravedad de la familia Torres. En ella convivían a diario cuatro generaciones entre pláticas, risas, humo de cigarro, y todo un popurrí de aromas. Cada que íbamos de visita se armaba en esa casa una verdadera kermés: había un desfile de platillos mexicanos, escogidos de entre una lista casi interminable. Enchiladas queretanas, mole verde, mole de olla, pastel azteca, cuete de res… La abuela siempre se levantaba muy temprano y comenzaba el día en su cocina, amasando las tortillas, preparando la carne y picando verduras.

—A mí nunca me ha gustado cocinar mijo, yo lo hago nada más porque, si no, luego me aburro ¿sabes? A mí me choca repetir comidas. Si por mí fuera, yo me comería un guisado diferente cada día del año. —decía la abuela cuando le chuleábamos su comida.

Al entrar a la casa me llegó ese olor inconfundible del maíz calentado al fuego. La abuela estaba de seguro en la cocina, esperándonos con unas tortillas calientitas. Sobre la estufa nos esperaba también una cacerola grande de verdolagas con carne de cerdo. Mi comida favorita. Yo me estaba muriendo de hambre después de ese viaje tan largo desde Hamburgo. Pero no me pude sentar enseguida a comer. Primero tenía que bajar las maletas del carro y acomodar todo en nuestra habitación. Escuché unas voces provenientes de la cocina. Eran ya pasadas las siete de la tarde, los demás quizás ya habrían comenzado a cenar. Yo todavía tenía que cambiarle el pañal a la bebé, y ver en dónde podía acostarla para que se estuviera tranquila un rato. 

Cuando al fin terminé con mis deberes, me entró una llamada al móvil. Algo me decía que ese día no iba a poder comer tranquilo. Era un vendedor de la compañía telefónica, tratando de convencerme de activar un plan nuevo y muy exclusivo. Lo despaché rápido, aunque con amabilidad y respeto, como suelo hacerlo siempre. 

Al fin logré entrar a la cocina. La mesa estaba llena, pero mi tío ya había terminado de comer, y se levantó de prisa para cederme su lugar. Las manos de las tías se movilizaron para servirme mis verdolagas, unas tortillas de maíz y un pedazo de queso ranchero. Alguien destapó una cerveza, y unas manos acomedidas me la pasaron de inmediato. Alcancé a darle un trago antes de que el llanto de mi hija me distrajera de nuevo. Respiré hondo. Me levanté a ver qué pasaba con la niña e intenté consolarla, con mis recién adquiridas técnicas de padre primerizo, cargándola y llevándola a pasear por el jardín.

—¡Ándale, Beto, ya vente a cenar! —dijo la abuela, quien había salido a buscarme al jardín— y dame a la bebé, yo la puedo cargar un ratito mientras tú terminas de comer.

Ya con las manos libres de nuevo volví a mi lugar en la mesa. Le di unos tragos a la cerveza tibia mientras esperaba mi plato, que estaba siendo recalentado en el microondas. En eso sonó el timbre de la puerta. Era el repartidor de agua. «¿A estas horas?», pensé. Una tía me pidió por favor que fuera a abrir porque había que cargar unos garrafones, que eran muy pesados. Las verdolagas y yo seguíamos separados, y mi paciencia ya se estaba agotando. 

Un poco irritado, saqué mi plato del microondas, tomé mis cubiertos, y salí de la cocina con el plato en la mano, sin saber realmente a dónde me dirigía. Lo primero que se me ocurrió fue meterme al baño azul que estaba frente a las escaleras. Cerré la puerta con llave para que no me molestaran, y me senté sobre la tapa del retrete. Respiré hondo. Ahora sí, con el plato frente a mí, sobre los muslos, y al fin en silencio, pude probar mi cena. En paz. 

Esa salsa verde de tomatillo con chile serrano sabía justo a como yo la recordaba. A las interminables tardes de juego con mis primos en esa misma casa. A las carcajadas burlonas de mi prima. A nuestro asombro infantil ante los trucos de magia del abuelo. Al enojo de mi tía cuando sin querer rompimos la mesita de vidrio de su sala. A la paciencia agotada de mi madre, saliendo de la cocina irritada, con su desayuno en la mano, entrando en el baño azul, frente a las escaleras…

Wednesday, January 25, 2023

Miradas

No me mires así, diablillo,
no me lances la carnada,
que estoy ocupado viviendo.

Saturday, January 21, 2023

Pasa el tren cantando

Hoy no quiero más pensar en desazón. Partir. Mece el hambre sin iluminar la noche de la novia fresca. Al alba te felicito sin dar un solo paso, solo el acelerado viento de las nubes que me aprisionan todos los días. Hay palabras, roedores de mi maleta. Parte la rosca del suicidio el grillo de la noche. Qué venado tan prevenido, sacando cántaros de noche sin lluvia. Viento negro, fluvial. 

Observo enervado el vaivén de otro baile sin ritmo. Suave sensación de tu camisa pegada al ras de la curva de tu espacio. Champaña sin salir, amante del político de luto. Esta tarde está cantando la rana fresa del antojo goloso. Castillo sin mar de gotas. Qué surreal la vista, cómo así se encadenan los abismos de otra vida navegante. 

Figueroa no es timbal, es perro escaldado que conecta al veneno de tu lado incorrecto, irresoluto. Y sube el ritmo de la noche fresca que me mueve por la arena de tu estrella navegante. Navegando. Se repite la salida del trapecio. Precipicio que me suena por la noche de la lluvia sin sol ni sentido, de nada triste. Trigo. Llueve fuerte, suave, rápido. 

No te pares ni te detengas ni lo pienses mucho, porque vienen las ardillas y te comen la cabeza y te queman los pulgares si te quedas quieto, sin pensar y sin hacer. Sin toalla seca del terreno de tu nube y de tu amor y de tu vista sin revista que te pasa por aquí y por allá para pensar, para sacar lo que yace llano, suave, fuerte, rápido, sin dientes, inminente. 

Nunca tengo la caricia hervida en la montaña de tu sien. Qué importa, qué importa ya si tú lo sabes. No le importa nada al gallo de las tres de la mañana, yo le digo con la copa al aire que me detesta si le grito “semáforo, semáforo”. 

Sin salida al aire luego, lentamente, me despierto y vuelvo a boca abajo. Se congelan las pléyades, se truenan las hamacas, los amarres ancestrales de la envidia que me abarca. Todo tuyo lentamente se termina el embrujo. 

Sin avisar pasa el tren, viene sin saliva, cantando al hilo, sobrando, siendo simplemente el tren que un día se exprimió en la premura de un primor apasionado y se fue.

Ejercicio de escritura automática

Friday, January 20, 2023

Tropiezos de la vida

No es que no haya amado nunca de verdad a Juana. Es que no nos alcanzó para más. Lo nuestro fue algo intenso desde el principio, desde que un día sin querer me tropecé con sus caderas, y con la música del vaivén de sus chamorros. 

El ritmo de su sonrisa se me atoró en los oídos y la frescura de sus piernas acampó en mi mente. Sabía que ese calor de primavera no podía ser para siempre, sabía que el tiempo y la rutina terminarían por enfriar las cosas. Esperé que lo nuestro alcanzara para una vida entera, así que construí mi hogar en su regazo.

Hoy, después de quince años a su lado, firmé al fin los papeles del divorcio. Hace tres años sin querer, me tropecé con Mónica y sus ojos verdes, hechizeros...

Thursday, January 19, 2023

Lamento inútil

Anoche soñé que habías muerto,
y no supe qué decir.
Tu cara estaba ya olvidada,
enterrada en un jardín lejano.

Soñé la tragedia de tu esposa viuda,
y pude decir algo por ella. 
Pobre mujer decepcionada. 
Abandonada.

Quise recordar quién eras,
pero no pude.
Tu voz también se fue con tu cadáver,
al estómago de los gusanos,
en que te convertiste.

Friday, January 13, 2023

Viajar con bebé

¿Que cómo pretendo sobrevivir a este viaje largo con mi bebé de cuatro meses? Bueno, pues deja te platico. He pensado mucho en eso últimamente. Primero que nada, voy a recordar que es simplemente un viaje. Miles de personas hacen algo similar cada día, todos los días. Y sobreviven. 

El viaje comienza con ir al aeropuerto y documentar las maletas, luego pasar por seguridad y esperar a subir al avión para el primer vuelo. Hasta ahí creo que será algo relativamente fácil. Lo que me preocupa un poco es el vuelo largo. Once horas de Ámsterdam a México. ¡Ay, nanita! 

El peor escenario es que la bebé se la pase llorando las once horas. Lo cual es muy improbable, porque nuestra niña es muy tranquila y en algún momento se va a cansar y va a querer dormir. Lo más probable es que duerma unas siestas de una o dos horas, y se despierte y llore de vez en cuando. Para eso me voy a poner una armadura invisible, de mantequilla. Un diseño especial para que me resbalen los comentarios de los otros pasajeros, o sus miradas reprobatorias. 

No soy muy bueno en eso del "valemadrismo", siento una necesidad inútil de caerles bien a todas las personas, aunque no me conozcan. Aunque sepa que nunca más las voy a volver a ver. Pero en estas once horas, no me va a importar nada ni nadie. 
– Con su permiso gente, este es mi espacio del avión, yo lo pagué con mi lana y voy a hacer lo que yo quiera aquí. Y por cierto, mi bebé va a llorar de vez en cuando. Así que, con la pena. Es un bebé. Y eso es lo que hacen los bebés.

La clave, creo yo, es evitar a toda costa el contacto visual una vez que me haya comenzado a sentir incómodo. Y recordarme que son sólo once horas, que esa tortura va a acabar en algún momento. Al final del viaje nos esperan unos buenos tacos, días soleados, pláticas ricas, muchas risas, juegos y muy buenos ratos con nuestra familia bonita. Sí que vale la pena viajar.

Wednesday, January 11, 2023

Motivación

Hoy me desperté y la cocina estaba ordenada y limpia. La sala, también impecable. Me senté en la mesa y la computadora estaba ya ahí, esperándome. La encendí y comencé a escribir esta historia. Pero no pude hallar las primeras palabras. Esas las encuentro normalmente en la cocina, mientras vacío la lavavajillas, o entre los cojines del sofá, mientras recojo la sala. 

No tan rápido. No te dejes seducir por esas voces de sirena, que te pueden hundir. Tú quédate aquí quietecito, con los pies en la tierra. Recuerda que eres un principiante, con mucha motivación y potencial. Pero principiante. Tienes muchas cosas que contar, eso sí. Que no te desanimen los textos de los grandes, de quienes dedicaron su juventud a la literatura y llevan ya años escribiendo. Admíralos sin desanimarte. 

El cerebro es un órgano muy complejo y capaz. El tuyo también, pero necesitas ejercitarlo. Practicar y practicar. Todos los días. Con confianza, sin timidez. Cada texto que publicas en tu blog, es un texto que no existía antes. Puede que sean algo desabridos y un poco aburridos. Pero son tus textos. Salieron de la nada. Existen y están ahí como testimonio de que estás escribiendo, y como consecuencia inevitable, estás aprendiendo. Vas avanzando. Poquito a poquito. No te desesperes. Recuerda la lucha que fue necesaria para que salieran los primeros micro relatos, hace apenas un mes y medio. Yo creo en ti. No necesitas más.

Tuesday, January 10, 2023

Instrucciones para volver a comenzar

Piensa en todas las cosas que te causan dolor y vergüenza. Las que no te atreves a decir en voz alta, ni siquiera para ti solito. Eso que nunca le vas a contar a nadie en el mundo. Lo que te causa culpa, asco de ti, repulsión. Escríbelo en un papel con letra bien chiquita, dobla el papel por la mitad al menos unas cuatro veces, ponlo dentro de una bolsa de plástico, ciérrala bien y tírala a la basura. Cierra los ojos y respira hondo. 

Recupera el papel de la basura, guárdalo en un lugar seguro, búscate un buen terapeuta, y cuéntale lo que escribiste. 

Libérate.

Monday, January 09, 2023

Amigos

A veces pienso que no tengo ningún amigo "de verdad". De esos que las series y películas muestran de manera tan romántica. Los que llegan de visita sin avisar y abren el refrigerador sin preguntar. Los que te conocen mejor que nadie y han estado ahí desde siempre. 

Hay quienes hacen sus amigos en la infancia y los mantienen por el resto de sus vidas. Los envidio. Yo he ido perdiendo el contacto con muchos de mis amigos a través de los años. Pero también he hecho nuevas amistades, cada una de ellas diferente y única.

Me encantan las tradiciones que tengo con mis amigos. Una reunión navideña, un intercambio de regalos, una retrospectiva del año que termina. Celebrar nuestros cumpleaños en el boliche. Enviarnos tarjetas cursis de gatos. Tener tradiciones me hace sentir parte de algo especial, de un grupo exclusivo. 

Las tradiciones además le dan un ritmo a nuestra convivencia. Nos dan una buena excusa para volvernos a ver. Todos estamos muy ocupados con nuestras vidas y nuestros trabajos, y un elemento de repetición asegura que nos demos tiempo para reunirnos con amigos.

Mantener amistades de larga distancia es un arte en el que no soy muy bueno. Mi esposa, por el contrario, es una buenaza. Todo el tiempo está recibiendo paquetes y tarjetas postales y le brillan los ojos cada vez que descubre que hay algo para ella en el buzón. Me alegro por ella, pero en mi interior me carcome la envidia. ¡Yo también quiero amigos que me manden cosas por correo!

No sé por qué, pero a pesar de que deseo con todo mi corazón estar en contacto con mis amigos y cuidar esa relación y profundizar en mis relaciones, no logro mantener un contacto por medio de las redes sociales. Siento que la comunicación se ha hecho cada vez más superficial. 

Yo era una de esas personas que escribían correos largos de vez en cuando a mis amigos. De vez en cuando busco esos correos y los leo. Me sorprende lo largos que son, la cantidad de temas que comparto en un solo correo y la profundidad de la comunicación. Me tomé tiempo para escribir esos textos, y mis amigos hicieron lo mismo, algunas veces me contaron lo que pensaban, o como se sentían y me preguntaban muy concretamente acerca de mi vida. Conservo esos correos como un tesoro, como una muestra de que tuve amistades de esas que todos realmente anhelamos. Quizás un día de estos voy a imprimir esos correos o los voy a editar en un pequeño libro sólo para mí, para recordarme de vez en cuando cómo escribíamos antes. 

He aprendido mucho sobre la amistad últimamente. He aprendido que hay amistades que hay que dejar ir, porque la gente cambia. Que nunca es tarde para retomar el contacto con algún viejo amigo. A nadie le molesta recibir un buen mensaje de alguien a quien se le tiene cariño. Que hay que dejar atrás la culpa por no haber mantenido el contacto durante un largo tiempo. Simplemente hay que desatarse y escribir.

Saturday, January 07, 2023

El regalo

La verdad es que nunca me imagine que Raquelita fuera capaz de tratarme así. A mí, su hermano favorito. Después de todo lo que hemos vivido juntos. Sobre todo después de lo mucho que la apoyé cuando lo de Rodrigo, su exesposo. Además fui yo el que le regaló ese mentado billete de lotería en su cumpleaños. Yo seleccioné esos números. Eran mis malditos números.

Ni siquiera fue para contarle a la familia, la muy tacaña. Le dio miedo que le fuéramos a pedir prestado si nos enterábamos. Creyó que nunca nos íbamos a dar cuenta. ¿Cómo no lo íbamos a notar, por dios!, si un día, de repente, renunció a su trabajo en el colegio, sin dar explicaciones, ni nada. Pobres de sus alumnos. Vieron desfilar maestros suplentes por meses.

Luego estaban los viajes a lugares exóticos, el auto del año y la casa nueva. Ni siquiera le intentó disimular un poquito. Era más que obvio. Según ella, que era un dinerito que le había sacado a Rodrigo cuando se divorciaron. ¿Se refería al mismo Rodrigo, su ex? ¿Ese mesero malencarado y ludópata? No. Esa mentira tampoco se la compró nadie.

Yo tenía la costumbre de regalar billetes de lotería a mis familiares. Algo me decía que, un buen día, uno de esos billetes iba a traer premio, y uno grande, de esos que alcanzan para todos. Para sacarnos al fin de nuestra mediocre existencia. Estaba seguro de que, fuera quien fuera la afortunada, me compraría una casa o un carro, en agradecimiento. Era lo mínimo que podía hacer por tan generoso regalo.

Raquel a mí no me dio nada. Ni si quiera las gracias.

Tito rufián II

Debido al inesperado éxito que ha tenido nuestro Tito rufián, texto que cuenta ya con cuatro likes en facebook (gracias a nuestros fieles lectores por su preferencia), hemos decidido agrandar el universo fantástico de nuestro villano favorito. 

Estén muy atentos a las novedades publicadas en este, su humilde blog. Los esperan títulos como: Tito rufián y la hipotenusa, Las tristes mentiras de Tito rufián, Hierba mala nunca muere, Tito rufián regresa, Titus Rufus y la caída del imperio, El Santo y Chabelo contra Tito rufián. 

También, por solicitud de nuestros fans, estamos ya trabajando en las playeras con motivos de Tito rufián. Muy pronto estarán disponibles en nuestra tienda de recuerdos. Hasta la próxima.

Friday, January 06, 2023

Invención de palabras

Infíbido
Insecto que puede calibrar su vuelo usando un efecto óptico-sonoro conocido como fotomicrismo.

Fántula
Doblez en la piel de las piernitas y bracitos de un bebé. Vea también el término bebé michelín.

Lloriloquio
Discurso pronunciado mientras se llora. Normalmente interrumpido para limpiarse los mocos.

Chipaltrajo
Dícese de una persona o cosa que se encuentra en un mal estado físico.

Camuleja
Pequeña cajita de madera que se utiliza para guardar objetos con valor sentimental y tirarlos al mar. En algunos países de europa se ha prohibido su uso recientemente.

Thursday, January 05, 2023

Reflexión matutina

Ayer estuve muy emocionado porque pude terminar mi primer relato corto. Me emocioné muchísimo al escribir la palabra “fin”, toda con mayúsculas, al final del texto. Luego me la pasé todo el día releyendo el cuento. Ni le hice caso a la pobre Olivia, por andar de vanidoso, leyendo y volviendo a leer lo mismo. Tengo que aprender a terminar lo que escribo. Ya sea un pequeño poema, o una reflexión un poco más larga. Una vez acabada, poner el punto final y continuar con mi vida. Si quiero mantener esta práctica con equilibrio, voy a tener que ponerme límites. Acabar de escribir, dar un respiro, y continuar con lo que sigue.

Por otro lado, sigo con mi optimismo con respecto a mi proyecto literario. A veces se me mete la duda, y me dice que no soy un profesional. Que sólo estoy escribiendo estos días para pasar el tiempo y no volverme loco. Que no tengo nada que dar y que debería mejor de ponerme a aprender cosas de programación, pues ese es mi verdadero talento. Que deje a los escritores reales hacer su trabajo, y me dedique yo a lo mío. A veces, mejor dicho, casi siempre. Pero yo no la escucho a esa duda corrosiva. Es solamente la voz de mi miedo, es una excusa más para no hacer el trabajo duro de crear algo de la nada. Es una salida fácil. Simplemente decir que ya es muy tarde, que nunca seré un Carlos Fuentes porque no comencé a escribir desde pequeño. Ya conozco esa voz de otros lados. Es el «no voy a ir al gym porque es Enero y va a estar muy lleno.» O el «ya son las seis de la tarde y está oscuro, no puedo salir a correr.» Es mi cerebro trabajando para no trabajar. Para justificar una tarde más en el sofá, viendo una serie tras otra de Netflix.

Ya faltan diez días para nuestro viaje a México. Estoy un poco ansioso por el viaje. Es la primera vez que viajamos con la bebé. Espero que Olivia se esté tranquilita en el vuelo largo. Si se pone a llorar en el avión, va a ser muy estresante. Pero estamos preparados psicológicamente para eso. Es normal. Todos los bebés lloran.

Wednesday, January 04, 2023

Nada especial

Recuerdo la primera vez que escuché la voz de Sara Ortega. Estaba tomándome mi café en la cocina, disfrutando la tranquilidad de una mañana de lunes. Ese bendito momento en el que las niñas al fin regresan a la escuela y a la casa vuelve la paz. Pero el silencio fue interrumpido de pronto por la radio, que se sintonizó solita en una estación extraña. La cuarenta punto cuarenta, frecuencia modulada. 

El programa había comenzado hace sólo unos minutos. Lo supe porque todavía alcancé a escuchar la bienvenida de la invitada especial. Era una mujer con una voz muy simpática, que nos estaría contando sus experiencias esa semana por las mañanas. 
– Sólo aquí. En cuaren-ta cuaren-ta radio. ¡Regresamos después de una pausa comercial!
Me sorprendió que Sara fuera de mi edad y que fuera originaria de la misma ciudad que yo. «¡Vaya coincidencia!», pensé, mientras le subía el volumen a la radio. 

Las mañanas que siguieron, me pasé horas sentada en la cocina, taza tras taza de café, oyendo las aventuras de esa mujer que hablaba con una energía hipnotizante.

Escuchar a Sara era como escucharme a mí misma, viviendo otra versión de mi vida en un universo paralelo. Me contó sobre sus viajes a lugares remotos, sus años de estudiante en Francia y sus noviazgos fugaces con chicos y chicas de otros países. Había fundado varias empresas y proyectos de desarrollo en países pobres. Estaba de gira presentando su tercer libro, y en sus tiempos libres se dedicaba a la apicultura en el jardín de su casa. Esa mujer no tenía límites. Se había atrevido a vivir la vida a su manera.

Y yo. Yo aquí seguía, en el universo aburrido de Sandra González. Donde nada interesante sucedía. Atrapada entre el quehacer de mi casa y las vueltas interminables en el coche. Había que llevar a las niñas a sus clases y recógerlas unas horas después. Pasar al supermercado y llevar el auto al taller mecánico. Al final del día, compartir mi cama con Pablo. Un esposo equis. Ni gordo, ni flaco; ni feo, ni guapo. 

– Amoor. ¿Has visto mi corbata verde? La de rayitas.
– ¿Ya la buscaste en el cajón de las cor-ba-tas Pablo?
– Sí, y no la encontré. Por eso te pregunto.
– No, pues entonces no sé. Ponte otra corbata y apúrate, que ya van tarde las niñas. Y ya cállense por favor, que está comenzando mi programa de radio.

Esa mañana me sentía un poco ansiosa. Era jueves. Sólo le quedaban dos días al programa especial de Sara Ortega. Los últimos días habían sido muy intensos. Las historias de Sara habían encendido en mí un fuego peligroso. Una insatisfacción que ya llevaba años ahí, creciendo en silencio.

– Creo que me casé con un pendejo –dije en voz baja, mientras recorría mi cocina con la mirada, con curiosidad, como si la viera por primera vez. Después de diecisiete años de matrimonio, ya no me sorprendían para nada las babosadas de Pablo. Fue su sentido del humor lo que me hizo fijarme en él. Ahora, ya me sabía de memoria todos sus chistes. Anduvimos unos años de novios durante nuestros estudios. Fue una relación bastante cómoda. Idas al cine, amigos, fiestas, moteles de carretera. Lo normal. Yo había decidido dejarlo para irme a estudiar una maestría en Europa. Pero un buen día, de la nada, que me propone matrimonio. ¡Pum! 

El resto es historia.

Hablé con mi mejor amiga para una reunión de emergencia en nuestro café favorito. No me importó dejar la casa sucia ese día, ni faltar a la reunión de padres en la escuela. Esto era más importante. Quería divorciarme de Pablo. Lo tenía ya muy claro.

– Piénsalo bien Sandra, un divorcio es un asunto muy serio.
– Ya lo sé gacha. Pero siento que es lo correcto. Fue culpa de Pablo que yo no estudiara mi maestría en España. Gracias a él no pude vivir la vida que me tocaba vivir. Y todavía estoy a tiempo para corregirlo.

No recuerdo mucho de la mañana del viernes. Sólo mi dolor de cabeza y lo mucho que me costaba concentrarme. No había podido dormir bien. Tenía la boca seca y la mirada perdida. Seguía absorta en mis pensamientos. La noche anterior había estado a punto de echar todo por la borda. Pablo y yo discutimos por alguna tontería a la que yo le di mucha importancia. Lloré, le grité. Él me gritó y lloró. Pablo durmió en el sofá y yo pasé la noche dando vueltas en mi cama. Dándole vueltas a los últimos diecisiete años de mi vida. De nuestra vida. Común y poco interesante. Nada especial. Pero al final de cuentas, nuestra.

Preparé los almuerzos de las niñas y le di un beso a Pablo. Un beso diferente, con un ímpetu nuevo. No el beso acartonado y mecánico de todos los días. Cerré la puerta y encendí la radio. La estación cuarenta punto cuarenta emitía sólo interferencia. 

FIN

Monday, January 02, 2023

Tito rufián

José nunca se imaginó que su amigo Tito lo fuera a tratar de esa manera. 

Él decía tener tres buenos amigos por los cuales haría el largo y costoso viaje a México para sus bodas. La de Tito había sido la última de las tres. José se sentía satisfecho, feliz. Ya había cumplido con sus tres amigos. 

Tito dejó de contestar sus mensajes unos meses después de la boda. Los textos estaban marcados como leídos, con la palomita doble de Whatsapp. Pero no había respuesta alguna. Sólo un silencio cobarde. 

¿Qué habría pasado con su “amigo” Tito? ¿Por qué habría decidido aprovecharse de su confianza de esa manera? ¿Lo estaba haciendo a propósito, o estaría teniendo problemas serios? ¿Cómo se había atrevido a mirarlo a los ojos y a abrazarlo aquel día, sabiendo que lo iba a estafar? 

José pensó que le dolía la traición, la amistad herida, la confianza violada. Pero lo que en realidad le causaba ese dolor visceral eran sus ahorros, que tantas horas de trabajo honesto le habían costado. Y que el rufián ese le quitó con un engaño vil. 

Ese fue el año en el que José se convirtió en adulto.