Wednesday, March 15, 2023

La boda del amigo

Ernesto Santiago decidió no llevar acompañante a la boda de Beto y Carla. No estaba saliendo con nadie por el momento y no quiso molestar a ninguna de sus exes en un fin de semana tan competido. Estaba iniciando el verano. A él normalmente le encantaban las fiestas y los eventos sociales, pero esa noche sentía que algo le incomodaba. Se revisó el pantalon de su traje de sastre para ver si no estaba muy ajustado. No era la ropa lo que le causaba esa opresión en el estómago.

Estaba sentado en la mesa de siempre, la de los cuates: con sus mejores amigos y sus esposas. Y en medio de esas tres parejas estaba, como siempre, él. Ernesto Santiago, acompañado de una esbelta copa de Martini. La noche era perfecta para celebrar una fiesta al aire libre. La luna llena iluminaba los jardines del club campestre y de vez en cuando se colaba entre las mesas un viento refrescante. Beto era el último en casarse de su grupo de amigos —excluyéndolo a él, por supuesto—. Todos pasaban de los treinta años y tenían buenos trabajos en la ciudad.

—Ya sólo faltas tú Ernesto Santiago —le dijo su amigo mientras palmeaba su espalda con cariño.
—No empieces David, ya sabes que eso del amor a mí no se me da. Yo jamás me voy a casar. Mejor cuéntame. ¿Cómo van las cosas con ese negocio en Espa… —Las notas de la primera canción de la noche lo interrumpieron. Era una balada romántica que invitaba a las parejas a la pista de baile.
—Perdón wey, el deber me llama. Ahorita regresamos —dijo David, disculpándose por dejarlo solo en la mesa para ir a bailar con su esposa.

Ernesto Santiago le dio un trago a su copa y miró a su alrededor. Su mesa se había vaciado en cuestión de segundos. Muchos habían respondido también al llamado de la música. Decidió ir a dar una vuelta por las demás mesas, a ver si encontraba a alguien interesante para platicar un rato, o con algo de suerte, hasta para bailar. Comprobó la exactitud de su peinado, llevando la mano con cuidado desde su frente hasta su nuca. Dio un respiro profundo, sonrió, y se levantó de su asiento. Vio a lo lejos a una mujer muy guapa sentada en una mesa vacía. Era una prima de su amigo Beto. La que se había divorciado recientemente. La había visto en algunas ocasiones, pero nunca había hablado con ella. Le pareció muy atractiva esa noche, llevaba un vestido rojo entallado que le resaltaba su figura. La prima de Beto se levantó de su mesa y comenzó a bailar sola. Ernesto Santiago no sabía si acercarse a ella o no. Parecía que la estaba pasando muy bien consigo misma. Al final decidió no molestarla y se fue al bar para servirse otro trago.

Encontró un área muy bonita con mesitas en un jardín aledaño, ideal para descansar los oídos. Ahí estaba sentado solo un hombre mayor, fumándose un puro. Le pidió permiso para hacerle compañía. Era un tío de su amigo Beto, el de la boda. Estuvieron ahí platicando un buen rato bajo la luz de la luna. Hablaron de whiskey, de ópera, de la difunta esposa del tío y lo mucho que la extrañaba… Resultó que la atractiva mujer del vestido rojo era su hija, Soledad. Después de unos cuantos tragos, Ernesto Santiago le agradeció al señor por su grata compañía y regresó al jardín principal. La noche ya había valido la pena.

Más tarde, cuando comenzó la salsa, Ernesto Santiago se plantó delante de Soledad y le ofreció su mano derecha, sonriente. Bailaron hasta que se les acabó la fiesta, con sus respectivas pausas para tomar algo e ir a saludar a los novios.

Al día siguiente Ernesto Santiago se levantó con cautela de su cama, recogió del piso un vestido rojo, lo dobló, lo colocó sobre una silla, y se fue de puntitas a la cocina a preparar el desayuno. Después de desayunar con Soledad, le dio las gracias por la noche que pasaron juntos y sugirió que se volvieran a ver. Intercambiaron sus teléfonos y se despidieron con un beso en los labios. 

Ya solo en su departamento, Ernesto Santiago sacó de su armario un kit de caligrafía y comenzó a escribir una nota de agradecimiento para Beto y Carla por la boda: «…por cierto, he decidido que me voy a casar el año que entra, en verano. Enviaré más información en las próximas semanas. Por lo pronto sepan esto: me casaré a mí mismo. Ernesto & Santiago. Save the date!»

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