Wednesday, March 29, 2023

La nota

Aarón bostezó de nuevo, cerró su libro de historietas y lo dejó sobre su mesita de noche, junto a un montón de tubos de esmalte de uñas y cremas faciales. Eran los cosméticos de su prima Alejandra, con quien compartía su cuarto desde hacía seis meses. Se puso sus audífonos y comenzó a escuchar un álbum de Gun’s and Roses. Miró el sostén rojo que colgaba del pilar de la cama de su prima, se metió un poco más en su cobija y cerró los ojos.

Alejandra se quedaría con sus tíos por un tiempo indefinido. Hasta que su madre regresara de la clínica de rehabilitación Nuevos Caminos. Los padres de Aarón intuían que no había sido una buena idea juntar a los primos en el mismo cuarto, pero no habían tenido otra alternativa; solo contaban con un dormitorio para los dos adolescentes.

Esa mañana Aarón y su prima llegaron a la preparatoria juntos, como de costumbre. Aarón repasaba en su mente una lista de estructuras celulares para su examen de biología. Al abrir su casillero un papelito cuadrado salió volando y aterrizó frente a sus pies. Parecía ser una nota escrita a mano.

—¡Mierda!, ¿qué chingados es esto? , ¿quién? —murmuró Aarón nervioso mientras leía la nota. Hizo una bola pequeña con el papel y se lo metió deprisa al bolsillo del pantalón.

—¿Qué pasó, Aarón?, te noto un poco tenso. No me digas que otra vez no estudiaste para el examen. —Omar, su mejor amigo, no había alcanzado a ver la nota. Solo había visto a Aarón enderezarse con una expresión de asco en la cara, como si acabara de abrirle el pecho a una rana de laboratorio.

—Ahorita vengo, wey. Creo que estoy en problemas. Necesito encontrar a mi prima antes de que... —Aarón se dio cuenta de que estaba diciendo demasiado—. Te veo al rato.

Omar se quedó en medio del pasillo, confundido, viendo a su amigo alejarse de prisa.

Alejandra no contestaba a sus mensajes de texto. Aarón llevaba ya un buen rato buscándola por todos lados. Iba y venía por los largos pasillos de la preparatoria. Sentía las miradas de sus compañeros vigilándolo, como si todos supieran las cosas terribles que había hecho. «No es posible, no, no. Nadie sabe. Cálmate Aarón, hay que encontrar a Alejandra». Respiró profundamente y decidió continuar con su búsqueda en la capilla, al fondo del patio.

Le llegó un nuevo mensaje de texto, era de Omar, su mejor amigo. Lo ignoró; no tenía cabeza para otra cosa que no fuera encontrar a su prima. Se detuvo frente a una pesada puerta de madera con una cruz de vidrio en el centro. Nada más ver el símbolo cristiano, Aarón sintió un malestar general; algo en su interior le decía que no era digno de entrar a ese lugar. Ni tampoco su prima. Todo eso era culpa de Alejandra. De su risita traicionera y sus estúpidas tangas de colores.

Aarón se acercó a su banca de siempre, pegada a la pared trasera de la nave central. No había encontrado a su prima en la capilla, pero pensó que le vendría bien un descanso; necesitaba calmarse. Comprobó nuevamente que no hubiera nadie más ahí y se tumbó en la banca. Estaba exhausto.

—¿En qué chingados estabas pensando, pendejo? —se dijo a sí mismo en voz baja, sosteniendo su cabeza con las dos manos—, ¿no te bastó con agarrarle las tetas esa noche, verdad?, y luego robarle sus calzones, ya ni la chingas, cabrón, ¡es tu prima, pinche puerco!, ¿y en qué momento de estupidez se te ocurrió tomar esas malditas fotos? Ya valió madre, todos se van a enterar. Ay, Diosito ayúdame por favor…

—¿De qué tipo de fotos estamos hablando, señor Gutiérrez? —dijo una voz grave proveniente de la sacristía. El padre Mario apareció de repente y se acercó a Aarón. Se sentó a su lado, con la calma de un viejo sacerdote que conoce bien su oficio—. ¿Se puede saber de qué estabas hablando hace un momento, hijo?

—Hola, padre. No lo había visto —dijo Aarón tartamudeando—. No, no es nada. Es solo una tontería. Me tengo que ir. Disculpe. —Salió de la capilla con movimientos torpes, preguntándose si no había sido quizás muy irrespetuoso con el padre Mario.

Aarón entró de nuevo al edificio principal con la esperanza de encontrar a su prima. En ese preciso momento entraron sus padres por la puerta de enfrente y se dirigieron a la oficina del director. «¡Justo lo que me faltaba! —pensó desesperado al notar la presencia de sus padres—, de seguro ya se corrió la voz y los mandaron llamar. ¡Me van a matar!». Pensó en escapar, llenar una maleta de ropa y agarrar un camión a otra ciudad. Comenzar una vida nueva… Se escondió en un aula y decidió contarle todo a Alejandra en un mensaje: “¡Perdóname, prima! Nos descubrieron. Fue mi culpa, saqué unas fotos sin que te dieras cuenta, perdón”.

Después de unos minutos se comenzó a preguntar por qué todavía no lo habían llamado a la oficina del director. Alejandra todavía no había leído su último mensaje. Pensó en borrarlo. Le temblaron las manos. Exhaló y guardó su teléfono. ¿En dónde se estaba escondiendo su prima?

Se dio por vencido y decidió entregarse a las autoridades.

Los padres de Aarón estaban en una reunión con el director del colegio. Alejandra estaba con ellos en la pequeña oficina de la dirección. Discutían una broma pesada que la adolescente había hecho el día anterior, metiendo notas misteriosas en todos los casilleros del colegio. Sobre el escritorio estaba la evidencia: decenas de papelitos cuadrados con una frase escrita a mano: “¡Sé lo que hiciste, cabrón!”. De pronto se abrió la puerta de la dirección y entró un chico con los ojos rojos e hinchados. Era Aarón.

—¡Solo fue una vez!, ¡perdón! —dijo arrepentido—. Solo le agarré las tetas, no pasó nada más, ¡lo juro! Ni siquiera nos quitamos la ropa. Aquí traigo sus calzones rositas, ya no los quiero. —Hizo una pausa para sacar algo de su mochila y notó que su prima estaba en la habitación—. Alejandra, tú cuéntales, tienen que creernos. No lo volveré a hacer. ¡Lo prometo!

FIN

No comments: