Saturday, December 17, 2022

Balance

Me despiertan mis pensamientos. Una ola de ideas frescas, burbujeando, brincando, queriendo salir.

Si mi cerebro funciona como creo que lo hace, cada una de estas mañanas, al sentarme a escribir, estoy aprendiendo, estoy creando algo sin saberlo.
Me pasa lo mismo con otras cosas. Es muy evidente con la guitarra. Dos o tres días de practicar la parte difícil de una pieza, y yo: «Mis dedos nunca van a poder quedarse en esta posición de manera natural. Mucho menos los voy a poder mover al siguiente acorde. Es imposible.» Luego me distraigo, paso un buen día en el zoológico o haciendo alguna otra actividad. La mañana siguiente como por arte de magia mis dedos se acomodan. La música suena como debe de ser. Mi cerebro trabajó mientras yo estaba viviendo mi vida normal. 

También es fácil observar algo similar cuando estás aprendiendo algún idioma. Aprendes palabras nuevas, lees un texto, intentas decir algo. Día tras día. Unos días de pausa, quizás un fin de semana, y un buen día, de repente te das cuenta de que entendiste algo que no entendías antes. 
No sé cómo suceden esos pequeños saltos. Es como si el cerebro se quedara entrenando sin que tú te des cuenta. Mientras duermes, mientras juegas, mientras limpias la casa. Creo que me va a pasar lo mismo con esto de la escritura. Cada día voy a escribir. No importa lo que escriba, no importa si tiene mucho sentido. Voy a escribir, voy a practicar. Y esa práctica se va a ver reflejada en mi manera de escribir. Voy a mejorar. 

Me encantan esos momentos en los que te das cuenta de que has aprendido algo, de que has progresado. Estoy convencido de que casi todas las cosas se pueden aprender. El talento existe, sin duda. Pero no existe sin cientos de horas de práctica. Es imposible escribir cientos de cuentos y no mejorar en absoluto. Es imposible levantarse todas las mañanas a correr y no aumentar la condición física. Es lo natural, lo automático. El poder de la repetición, de la disciplina. Eso es en lo que yo creo. Es lo que he observado. A mí nunca me han funcionado maratones de estudio, ni los cambios radicales. El progreso sucede en pasos chiquitos. Uno tras otro. Día a día. Semana a semana.

Últimamente estoy un poco obsesionado con esto de escribir. Es una fase. Me pasa con casi todo lo que comienzo a aprender. Lenguajes, programación, música y ahora escritura creativa. Puedo decir que es algo normal. Pero siempre me saca de balance. 

Antes de comenzar a escribir por las mañanas, a inicios de Diciembre, había llegado a un equilibrio muy gratificante en mis días. Mi casa estaba limpia y en orden, estaba haciendo ejercicio, cocinando comida saludable para mí y para mi familia; estaba practicando guitarra todos los días y pasando tiempo de calidad con mi esposa y mi bebé. Poquito de todo, todo en equilibrio. Y luego se me metió en la cabeza la idea de escribir un libro. Un libro de lo que sea. Si Aida y Mariela pueden escribir un libro y venderlo por internet, por qué no puedo yo hacer lo mismo. Así que comencé a jugar con la idea de aprovechar el tiempo que tengo ahora que no estoy trabajando, para aprender a escribir de una vez por todas. Siempre he querido escribir mejor. Esta es la oportunidad que estaba esperando. Y me comencé a obsesionar y comencé a despertarme más temprano en las mañanas. Los primeros días me la pasé distraído como siempre lo hago, leyendo acerca de escribir en lugar de ponerme a escribir. Pero luego comencé a escribir y me di cuenta de que cada día podía escribir más y más.

El chiste es que me salí de equilibrio, y llevo ya casi quince días así medio obsesionado, pensando todo el día en eso. En frases nuevas, en ideas nuevas, en cómo continuar con mi cuento, etc. Lo malo es que no puedo dejar de pensar en eso tan facilmente. Y creo que me estoy perdiendo otras cosas importantes en mi vida. Los días van pasando y mi bebé va creciendo y no sé si realmente le estoy poniendo atención como quisiera. Y no sé si realmente estoy aquí presente para mi esposa. Para escucharla y tomarme un café con ella. Y que platiquemos por las mañanas de nuestros planes. Y planear algo interesante con ella. Mi mente está ocupada por completo con esto de escribir. Es como cuando me fui a Marsella a hacer un curso intensivo de francés. Pasaba tanto tiempo escuchando francés y estudiando, que se me hacía muy difícil desconectarme. Esa es la palabra. Desconexión. Me conecto tanto con lo que estoy haciendo que me cuesta mucho trabajo volver al mundo real. A mi vida cotidiana. Sé que es solamente una fase. Es algo temporal. Estoy acostumbrado a esto. Me pasa seguido con muchas cosas, sobretodo en el trabajo cuando tengo un problema nuevo o alguna tecnología nueva que tengo que aprender. Vuelvo del trabajo pero mi mente sigue ahí, buscando soluciones al problema. No sé si esto sea algo bueno. Por un lado son esos días de obsesión en los que doy saltos importantes en mis habilidades, pero también siento que es tiempo perdido de mi vida. 

No sé si mi esposa se de cuenta cuando me pasa esto. Yo me doy cuenta y me remuerde la conciencia. Luego un día decido parar. Y comienzo a volver a mi equilibrio. Poco a poco. Quizás hoy es el día en el que encuentro un equilibrio con esto de la escritura. No lo voy a dejar por completo. Simplemente voy a aprender a dejarlo a un lado para dedicarme a vivir mi vida. Y a estar presente. 
Me va a ayudar hacer un plan. Lo necesito urgentemente. Necesito meterle más ejercicio a mis días. Y unos bloques, sí, dedicados al estudio y a la escritura. Pero siendo sinceros, no necesito más de dos horas al día. Ni que fuera yo Stephen King. Comenzar el día con una o dos horas de estudio y escritura, –dependiendo de cómo dormí– y luego se acabó. Mañana será otro día. Claro si durante el día surgen ideas las voy anotando en mi teléfono como lo he hecho estos días, pero ya no voy a sacar la computadora otra vez ni la tablet. Ya estuvo se acabó. Toca lo que sigue. Arreglar la casa, practicar media hora de guitarra, estar aquí presente cuando se despierten mi hija y mi esposa. Comer algo saludable, hacer el aseo, jugar con Olivia. Lo normal.

Hace unas semanas le dije a Daniela que me sentía muy aburrido. La rutina me está matando. No hacemos nada emocionante estos días. Estamos un poco limitados en lo que podemos hacer con la bebé, y ahora además está haciendo mucho frío así que prefiero estar en la casa. También he limitado un poco mis relaciones, por miedo a que nos contagiemos de algún virus de los que andan rondando estos días de invierno. Así que no nos queda más que bajarle al ritmo y quedarnos tranquilos en la casa. Pero no tenemos ningún plan. Y ese es el problema. Nos pasamos todo el día pegados al teléfono. No creo que Dani esté muy satisfecha con sus días. Yo llevo varios días sin bañarme. «Para qué si no salgo.» Quiero tener un plan para vivir estos días más plenamente, y para no sentir ningún remordimiento de conciencia por estar “desperdiciando mi tiempo”. Hay que meterle algo de aventura a nuestros días, algo diferente. Hay que estar en contacto con más gente. Algo de aprendizaje, algo de ejercicio. Y todo esto sobre el programa normal, de lavar la ropa, limpiar la casa y lavarme los dientes. 

No comments: